miércoles, 15 de julio de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte III-2ª)

VALIENTE GILIPOLLAS Y VALIENTE DETERMINACIÓN.

Con la llave en la mano y apuntando hacia la cerradura, Neuman respiró profundamente delante de la puerta del apartamento en el que vivía, situado -como no podía ser de otra forma- en el último piso de un lujoso edificio de la zona bien de la ciudad. Neuman aún no había asimilado la vertiginosa sucesión de dramáticos descubrimientos que le habían sido mostrados en tan poco tiempo, y no estaba seguro de querer abrir la puerta para continuar recibiendo nuevas sorpresas, probablemente desagradables como las anteriores. Sin embargo, su noqueado cerebro estaba comenzando a recuperar su antiguo funcionamiento, buscando algún tipo de reacción a los últimos acontecimientos y, poco a poco, se estaban comenzando a conectar partes del cerebro que, seguramente, llevaban mucho tiempo sin intercomunicarse. Neuman sintió este proceso acompañado de un creciente zumbido en su interior, siendo ésta una vibración que le sonaba curiosamente familiar. En ese momento tuvo una clara intuición de lo que iba a pasar a continuación. Inconscientemente -para él- su cerebro había tomado una determinación. Y aunque aún no tenía la más remota idea de en qué consistía ésta, todo pareció volver a encajar de alguna forma en su interior. Al menos parcial y temporalmente. Neuman volvió a sonreir, aunque más que una sonrisa su expresión era una grotesca mueca. Sus ojos centellearon y, con un par de huevos, introdujo la llave en la cerradura, girándola con fuerza, abriendo la puerta con decisión.

Minutos más tarde, Neuman volvía a cruzar el umbral de la puerta, pero en sentido contrario, dejando atrás una serie de llantos infantiles y unos estridentes gritos femeninos. Esos gritos estaban dirigidos contra él, y configuraban una curiosa mezcla de enfado y desesperación a partes desiguales. Sin detenerse un instante y sin prestar la más mínima atención, Neuman cerró tranquilamente la puerta, acallando por completo esos ruidos y se dirigió a la calle. Con cierto regocijo en su interior por lo que acaba de hacer. El intenso zumbido que notaba le hacía hervir la sangre. Y esa nueva sensación, tan familiar, no le resultaba especialmente desagradable.

Con una sorprendente calma interior, como si Neuman, el zumbido interior y el resto del mundo estuvieran sintonizados momentaneamente en algún tipo de disonante armonía. Neuman pidió una copa al camarero y la apuró de un trago. Y, tras hacer una breve pausa para disfrutar del hecho de estar llevando a cabo el plan que su cerebro había tramado sin proponérselo a él, pidió otra copa más, liquidándola de nuevo con un solo trago. A continuación: otra copa, otro trago, otra copa otro trago, otra copa, otro trago... Y así continuó Neuman, bebiendo duro y sin mirar ni pensar hacia atrás. Esa había sido la valiente determinación que había tomado.

Y como veremos, todos nosotros hemos de agradecer al destino que las cosas ocurrieran de esta forma. [Sería más apropiado agradecer este hecho al mismo Neuman, pues Neuman es más real que el propio destino, pues este último presupone un inicio y un final, un antes y un después, una sucesión de acontecimientos recorridos en una sola dirección y sentido, y es muy probable que las cosas no sean tan sencillas en realidad.]