sábado, 8 de agosto de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte IV-fin)

GLORIOSO FINAL. (Quizá no final, pero indudablemente glorioso.)


Cuando la parte consciente del cerebro de Neuman se deshizo de las hermosas telarañas etílicas que la habían estado acunando protectoramente durante ¿un instante? fue como si la música-zumbido desapareciera progresivamente para permitir que la realidad tomara forma nuevamente ante los sentidos, agradablemente adormilados, de Neuman. En esa situación la mente de Neuman comenzó a comportarse como un recién nacido jugando a ser detective, tratando de extrapolar de forma coherente los datos que sus atontados sentidos habían comenzado a captar de forma torrencial para construir una memoria fragmentada mínimamente tolerable.


Y la única hipótesis plausible que alcanzó a configurar la mente de Neuman acabó por ser gloriosa.


Neuman se había convertido en un grandioso escritor, borracho y genial. Sus obras habían revolucionado la literatura contemporánea, mostrando una percepción de la realidad inédita hasta el momento. Una realidad aguda y brillante pero de una dureza insoportable. Una realidad, sin embargo, hermosa y equilibrada, aunque turbulenta.


Sus obras son adoradas por el público en general. Las editoriales se pelean por publicar sus escritos pues cada una de sus obras se convierte en un tremendo éxito. Neuman no tiene ni puta idea de lo que ha escrito pero cuando comienza a leer sus propios trabajos comprueba, satisfecho, que le gustan bastante.


Lo que no le hace tanta gracia a Neuman es descubrir que los jodidos intelectuales y referentes culturales del momento lo idolatran y lo consideran un verdadero y revolucionario gurú. ¡Putos capullos desgraciados! piensa. No obstante, cuando descubre que esa imagen como de profeta de una nueva era viene acompañada por la sumisa y servicial compañía de hermosas muchachas, que compiten por venerarle y complacerle de las formas más diversas y entretenidas que puedan ser imaginadas, la cosa no le parece tan desagradable.


Adicionalmente, Neuman descubre con considerable satisfacción que su mujer -exmujer, para ser más precisos, pues finalmente se habían divorciado- y sus hijos habían muerto atropellados por un conductor ebrio que conducía un todoterreno -con considerable puntería, todo hay que reconocerlo. ¡Bendito sea!. Además, como guinda, su exjefe y exsuegro había acabado suicidándose saltando a través de la ventana de su despacho cuando su apreciada empresa tabacalera terminó por hundirse en la más miserable bancarrota tras la legalización de la marihuana.


Ante esta situación, Neuman se siente satisfecho, y decide seguir escribiendo. En el futuro, los críticos considerarán este momento como una evolución en su estilo. Un cambio en su percepción del mundo, más serena, menos cínica. Alcanzando su obra una sobria madurez que indica la llegada a un majestuoso clímax vital.


De esta forma, Neuman disfruta y se regocija. Gozando de su melodioso zumbido, casi sinfónico, que reverbera dentro suya, fluyendo como un fresco y potente arroyo en su interior. Neuman se siente sin remordimientos, con la consciencia tranquila. Libre del peso de los recuerdos hijosdeputa ¡sencillamente porque no los tiene! Sabe que no puede arrepentirse de nada porque no recuerda. Su consciencia sólo abarca el presente, su vida no contempla el pasado. Neuman es el veloz viajero del tiempo futuro, corriendo más deprisa que sus propios recuerdos.


Y Neuman se siente en paz, se siente tranquilo. Pues ya tiene la certeza de que si alguna vez los recuerdos amenazan con volver a alcanzarle y con comenzar a roer y roer, sabrá cómo dar otro salto para volver a dejarlos atrás.


Dejarlos atrás... ¿para llegar adónde?