jueves, 24 de septiembre de 2009

COLORADO (La máquina vuelve a crujir, gruñir, restallar, chirriar.)

Y el Grillo apaciguado se revolvió en sueños.

Aunque hacía tiempo que había evitado su añeja costumbre de dormir, pues los sueños amenazaban con interferir con su vida cotidiana ¿O era su vida cotidiana la que amenazaba con interferir con sus sueños? Y la cuestión era que, en el fondo, se trataba de una muy seductora y satisfactoria superposición. Pues, efectivamente, todas las sensaciones, simpáticas y entrometidas sensaciones, indicaban que esa posición debía ser verdaderamente súper ¡además de seductora y satisfactoria! El problema era que un cierto desasosiego a nivel moral afloraba en su interior mostrando la cautelosa conveniencia de separar completamente ambos ámbitos sin ambigüedades, pues eso no era plan. O quizás sí. Pero eso es otra historia. Y nos estamos desviando de lo que nos ocupa ahora. Y eso no es plan. O quizás sí. Pero ahora mismo, no.

Así pues, el lustroso Grillo, antiguo compañero inseparable de Tiznado, comenzó a mascullar incoherencias momentos antes de desperezarse confortablemente.

Y excavando como siempre, asomó la cabeza a la luz tras haber estado hurgando y hurgando felizmente durante un buen tiempo. Y es que en los últimos tiempos había visto cosas nuevas que le habían recordado el pasado. Pasados lejanos. Y pasados cercanos. Pero, en el fondo, pasados bastante presentes. Aunque fuera de forma intermitente.

Y en esas estaba el afanoso Grillo cuando ¡sorpresa! otro fogonazo de pasado. Y era un fogonazo colorado. Colorado, casi rojo.

Y claro, aparece el dato y tú te interesas. Y efectivamente, Colorado queda lejos. Lejos de cojones. Lejos en el espacio. Lejos en el Imperio. Lejos en el tiempo, con vaqueros cabalgando cerca del Gran Cañón (cañón del Colorado, claro). Y persiguiendo a los vaqueros, los indios. Que son los pieles rojas. Es decir, coloradas.

Y encuentras algo curioso. El Gran Cañón, del Colorado, es pequeño (Pequeño Cañón, pues) comparado con el gran cañón que hay en Marte, que es el Planeta Rojo (y por tanto, Colorado). Pero este gran cañón del (planeta) Colorado se llama, de forma un tanto estúpida, Valle Marineris, el valle de los marineros. ¡Si se encuentra en un desierto! Un desierto rojo, colorado. Colorado por el hierro. Hierro en polvo. Hierro al rojo. Es todo algo tonto, un tanto tonto. En realidad bastante tonto.

Así, el Gran Cañón del Colorado es, en realidad, el Valle de los Marineros, en mitad del desierto, y no está en Colorado sino en el Planeta Colorado. Y en Colorado (es decir, en Rojo) es donde podemos encontrar el pequeño cañón que nosotros conocemos como Gran Cañón; Gran Cañón del Colorado. En el fondo no hay problema, todo ronda el rojo, al fin y al cabo.

Pero en resumen, lo único seguro es que Colorado queda lejos, lejos de cojones. En el espacio, en el Imperio y en el tiempo.

Aunque, lo que es en verdad curioso es que también es cierto que Colorado queda, a la vez, muy cerca. Cerca de cojones. Pero solo es así si atraviesas Mágicomísticolandia, ahí es nada. Y en ese caso sólo se trata de un pequeño y extraño paseo. El problema es encontrar el comienzo del incierto camino. Porque a veces el camino se recorre en tren-tranvía-trolebús y pasa por extrañas plazas donde en los bancos se sientan extraños personajes. Entre ellos el juglar de la guitarra inyectada en la vena. Y también un recuerdo, que también es un acuerdo. Y un acuerdo es una señal. Y luego el camino se hace andando. Y, mientras, la ciudad se derrumba de forma caótica, ardiendo de forma gloriosa Y ahí están todos corriendo. Los bomberos bombeando, el ejército ejercitando y la policía. No tengo claro lo de la policía. Y en medio del caos tu única preocupación es buscar una cábina para telefonear. Y como siempre, no llevas suelto para llamar. Pero eso no importa, porque tampoco recuerdas el teléfono. Y eso tampoco importa, porque no encuentras ninguna cabina en la ciudad llameante y en ruinas. Y descubres que tampoco recuerdas a quién querías llamar. Así funcionan las cosas por aquí. Y esto es otra señal.

Y lo que es cierto es que siguen apareciendo acuerdos. Uno tras otro. El mundo sigue guiñándome sus ojos telescópicos microscópicos estroboscópicos caleidoscópicos psicotrópicos cocodrílicos. Y aunque no acabo de sintonizar la frecuencia, estoy en la onda. Más que nunca.

¡Oh Colorado! ¡Oh Wyoming! ¡Oh Connecticut!

En la cresta de la ola. ¡Hola! En mitad del desierto. Y desde allí vuelvo a distorsionar el mundo a mi alrededor, agitándolo y haciéndolo vibrar. Imperceptiblemente al comienzo; solo los bizcos lo ven. Pero la intención se encuentra ahí, pulsante y latente. Latiente. Candente. Resonante. Creciendo de forma sincopada conforme voy apretando el paso a través del polvo. Y en el camino saludo al yonki con una guitarra enchufada a su vena. Se trata de otro acuerdo. Su rostro extraño muestra una loca sonrisa que compartí hace mucho. Sonrío al recordarlo y hago una cabriola honoraria vestido solo con mis calzones.

Y todo trata de posibles presentes compasados, de hipotéticos pasados que resultan impresentables. Y es que en el fondo son todos parecidos. En el futuro dadme tiempo. Mucho tiempo. Para aprovecharlo. Para despreciarlo. Dadme tiempo. Mucho tiempo. Y así el futuro será más grande.

sábado, 8 de agosto de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte IV-fin)

GLORIOSO FINAL. (Quizá no final, pero indudablemente glorioso.)


Cuando la parte consciente del cerebro de Neuman se deshizo de las hermosas telarañas etílicas que la habían estado acunando protectoramente durante ¿un instante? fue como si la música-zumbido desapareciera progresivamente para permitir que la realidad tomara forma nuevamente ante los sentidos, agradablemente adormilados, de Neuman. En esa situación la mente de Neuman comenzó a comportarse como un recién nacido jugando a ser detective, tratando de extrapolar de forma coherente los datos que sus atontados sentidos habían comenzado a captar de forma torrencial para construir una memoria fragmentada mínimamente tolerable.


Y la única hipótesis plausible que alcanzó a configurar la mente de Neuman acabó por ser gloriosa.


Neuman se había convertido en un grandioso escritor, borracho y genial. Sus obras habían revolucionado la literatura contemporánea, mostrando una percepción de la realidad inédita hasta el momento. Una realidad aguda y brillante pero de una dureza insoportable. Una realidad, sin embargo, hermosa y equilibrada, aunque turbulenta.


Sus obras son adoradas por el público en general. Las editoriales se pelean por publicar sus escritos pues cada una de sus obras se convierte en un tremendo éxito. Neuman no tiene ni puta idea de lo que ha escrito pero cuando comienza a leer sus propios trabajos comprueba, satisfecho, que le gustan bastante.


Lo que no le hace tanta gracia a Neuman es descubrir que los jodidos intelectuales y referentes culturales del momento lo idolatran y lo consideran un verdadero y revolucionario gurú. ¡Putos capullos desgraciados! piensa. No obstante, cuando descubre que esa imagen como de profeta de una nueva era viene acompañada por la sumisa y servicial compañía de hermosas muchachas, que compiten por venerarle y complacerle de las formas más diversas y entretenidas que puedan ser imaginadas, la cosa no le parece tan desagradable.


Adicionalmente, Neuman descubre con considerable satisfacción que su mujer -exmujer, para ser más precisos, pues finalmente se habían divorciado- y sus hijos habían muerto atropellados por un conductor ebrio que conducía un todoterreno -con considerable puntería, todo hay que reconocerlo. ¡Bendito sea!. Además, como guinda, su exjefe y exsuegro había acabado suicidándose saltando a través de la ventana de su despacho cuando su apreciada empresa tabacalera terminó por hundirse en la más miserable bancarrota tras la legalización de la marihuana.


Ante esta situación, Neuman se siente satisfecho, y decide seguir escribiendo. En el futuro, los críticos considerarán este momento como una evolución en su estilo. Un cambio en su percepción del mundo, más serena, menos cínica. Alcanzando su obra una sobria madurez que indica la llegada a un majestuoso clímax vital.


De esta forma, Neuman disfruta y se regocija. Gozando de su melodioso zumbido, casi sinfónico, que reverbera dentro suya, fluyendo como un fresco y potente arroyo en su interior. Neuman se siente sin remordimientos, con la consciencia tranquila. Libre del peso de los recuerdos hijosdeputa ¡sencillamente porque no los tiene! Sabe que no puede arrepentirse de nada porque no recuerda. Su consciencia sólo abarca el presente, su vida no contempla el pasado. Neuman es el veloz viajero del tiempo futuro, corriendo más deprisa que sus propios recuerdos.


Y Neuman se siente en paz, se siente tranquilo. Pues ya tiene la certeza de que si alguna vez los recuerdos amenazan con volver a alcanzarle y con comenzar a roer y roer, sabrá cómo dar otro salto para volver a dejarlos atrás.


Dejarlos atrás... ¿para llegar adónde?


miércoles, 15 de julio de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte III-2ª)

VALIENTE GILIPOLLAS Y VALIENTE DETERMINACIÓN.

Con la llave en la mano y apuntando hacia la cerradura, Neuman respiró profundamente delante de la puerta del apartamento en el que vivía, situado -como no podía ser de otra forma- en el último piso de un lujoso edificio de la zona bien de la ciudad. Neuman aún no había asimilado la vertiginosa sucesión de dramáticos descubrimientos que le habían sido mostrados en tan poco tiempo, y no estaba seguro de querer abrir la puerta para continuar recibiendo nuevas sorpresas, probablemente desagradables como las anteriores. Sin embargo, su noqueado cerebro estaba comenzando a recuperar su antiguo funcionamiento, buscando algún tipo de reacción a los últimos acontecimientos y, poco a poco, se estaban comenzando a conectar partes del cerebro que, seguramente, llevaban mucho tiempo sin intercomunicarse. Neuman sintió este proceso acompañado de un creciente zumbido en su interior, siendo ésta una vibración que le sonaba curiosamente familiar. En ese momento tuvo una clara intuición de lo que iba a pasar a continuación. Inconscientemente -para él- su cerebro había tomado una determinación. Y aunque aún no tenía la más remota idea de en qué consistía ésta, todo pareció volver a encajar de alguna forma en su interior. Al menos parcial y temporalmente. Neuman volvió a sonreir, aunque más que una sonrisa su expresión era una grotesca mueca. Sus ojos centellearon y, con un par de huevos, introdujo la llave en la cerradura, girándola con fuerza, abriendo la puerta con decisión.

Minutos más tarde, Neuman volvía a cruzar el umbral de la puerta, pero en sentido contrario, dejando atrás una serie de llantos infantiles y unos estridentes gritos femeninos. Esos gritos estaban dirigidos contra él, y configuraban una curiosa mezcla de enfado y desesperación a partes desiguales. Sin detenerse un instante y sin prestar la más mínima atención, Neuman cerró tranquilamente la puerta, acallando por completo esos ruidos y se dirigió a la calle. Con cierto regocijo en su interior por lo que acaba de hacer. El intenso zumbido que notaba le hacía hervir la sangre. Y esa nueva sensación, tan familiar, no le resultaba especialmente desagradable.

Con una sorprendente calma interior, como si Neuman, el zumbido interior y el resto del mundo estuvieran sintonizados momentaneamente en algún tipo de disonante armonía. Neuman pidió una copa al camarero y la apuró de un trago. Y, tras hacer una breve pausa para disfrutar del hecho de estar llevando a cabo el plan que su cerebro había tramado sin proponérselo a él, pidió otra copa más, liquidándola de nuevo con un solo trago. A continuación: otra copa, otro trago, otra copa otro trago, otra copa, otro trago... Y así continuó Neuman, bebiendo duro y sin mirar ni pensar hacia atrás. Esa había sido la valiente determinación que había tomado.

Y como veremos, todos nosotros hemos de agradecer al destino que las cosas ocurrieran de esta forma. [Sería más apropiado agradecer este hecho al mismo Neuman, pues Neuman es más real que el propio destino, pues este último presupone un inicio y un final, un antes y un después, una sucesión de acontecimientos recorridos en una sola dirección y sentido, y es muy probable que las cosas no sean tan sencillas en realidad.]

sábado, 27 de junio de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte III-1ª)

ESTUPEFACCIÓN Y SUDOR FRÍO.

Cuando Neuman enfocó la vista, turbada brutalmente por su dipsomanía, comprobó que un señor con traje y corbata le estaba hablando airadamente sentado tras una mesa de despacho. Neuman no sabía quién era la persona que tenía enfrente. En breves fracciones de segundo su cerebro trató de hacer un esfuerzo por recordar, pero lo único que logró fue aportarle la inquietante sensación de que realmente conocía a ese individuo desde hacia tiempo, pero nada más. El hombre se encontraría sobre los 60 y gesticulaba exageradamente agitando un habano delante de las narices de Neuman, que aún no era capaz de captar lo que el hombre le estaba gritando.

Neuman se encontraba como en un sueño, la escena era tremendamente luminosa y, aunque los movimientos del hombre ocurrían a velocidad normal, Neuman los percibía con un detalle exagerado, como si fueran tremendamente lentos. Como no era capaz de entender lo que el hombre le decía -sonaba como si alguien le hablara bajo el agua- Neuman optó por observar a su alrededor. Comprobó que se encontraba sentado en un sillón de cuero, en una habitación que parecía un despacho bastante elegante. Con una sorpresa relativa, pues su cerebro parecía estar en un curioso estado de enorme calma, descubrió que él mismo iba vestido con un traje elegante, con corbata y todo, aunque comprobó que llevaba la camisa por fuera de los pantalones y el nudo mal hecho. Eso le produjo cierto alivio.

Tras permanecer un buen rato observándose las manos, que le dieron la impresión de ser las de una persona más mayor, alzó la vista y volvió a centrarse en el hombre airado. El individuo seguía hablándole -¿cuánto tiempo llevaba ya?- y cada vez parecía más acalorado, algunas gotas de sudor le caían por la frente y una gran vena latía en una de sus canosas sienes. Tras consumir el puro con una profunda calada, lo aplastó con energía en un cenicero de mármol muy elegante y, probablemente, muy caro. Tras ese acto, como si el final del puro simbolizara un símbolo místico, un punto y aparte temporal, el hombre pareció calmarse. Se recostó en su gran sillón con aire de resignación y de un cajón de la mesa sacó otro habano que procedió a encender.

Neuman seguía sin tener muy claro lo que estaba pasando. Pero su cerebro estaba aún más estupefacto que él, y no era capaz de enviarle ningún tipo de sensación: ni asombro, ni sorpresa, ni miedo, nada de nada. Pero cuando el hombre comenzó a hablarle de nuevo, esta vez más calmado, sentado en su sillón y paladeando gustosamente su recién estrenado puro, Neuman comprobó que empezaba a comprender lo que el éste le decía. El murmullo acuático de antes se fue convirtiendo en palabras sueltas, primero, y en frases completas, un poco más tarde. O el hombre había cambiado su frecuencia a la hora de hablar, o Neuman había logrado adaptar su cuerpo de forma adecuada al sonido. Neuman intuyó que, seguramente, había ocurrido la segunda opción. Y al escuchar, Neuman descubrió varias cosas que provocaron que su cuerpo y su cerebro comenzaran a funcionar con otro ritmo.

Básicamente la cosa era así. El hombre que tenía delante suyo era el presidente y fundador de una de las mayores empresas tabacaleras del país. Además era su jefe porque, según pudo deducir, Neuman trabajaba en esa empresa en algún puesto misterioso pero de gran importancia. Este dato le permitió comprender el hecho de ir vestido con un traje. Pero es que además ¡el hombre era también su suegro! pues Neuman estaba casado desde hacía varios años con su única hija. De hecho, había sido gracias a los ruegos de ésta que Neuman había entrado en la empresa familiar. Al fin y al cabo era el yerno del presidente.

Sin embargo, desde el punto de vista de su suegro, Neuman era un verdadero desastre y aún seguía sin comprender cómo podía ser que su adorable hijita se hubiera juntado con semejante inútil. Le avergonzaba que formara parte de su familia y de su empresa y llevaba tiempo esperando un cambio de actitud por su parte. ¡Ya era hora de que madurara y afrontara el mundo como un hombre de verdad y no como un pobre niñato! Si no fuera por su hijita y sus nietos ya le habría mandado a tomar viento hacía mucho tiempo.

Neuman se encontraba en el ascensor, bajando hacia el parking, tratando de unir de forma coherente todos la información fragmentada que acababa de caerle encima, intentando asimilarla. De repente, tras un mareante recorrido sináptico, uno de los datos ocupó su lugar correcto haciendo que Neuman se congelara por completo... ¿Nietos? ¡Eso quería decir que tenía hijos! ¡Neuman tenía hijos!

Fue como si la realidad hubiera estallado ante él, con toda esa información golpeándole brutalmente como si de metralla se tratara. Gotas de sudor frío comenzaron a caerle por el rostro. Se sintío agobiado y le faltaba el aire. Aflojó por completo el nudo de su corbata y desabrochó los primeros botones de su camisa. Su respiración era rápida y profunda y notaba una sensación de vértigo. Era como si estuviera cayendo al vacío. Cayendo mucho más rápido que el maldito ascensor que no parecía llegar nunca a su maldito destino. Y en ese momento se le ocurrió mirar al espejo que ocupaba toda una pared del ascensor, pero que hasta ese momento no había descubierto que estaba ahí.

Y al observar el espejo Neuman se vio a sí mismo. Pero el que estaba en el reflejo no era exactamente él. Aparte del detalle de la ropa, que ya era bastante turbador, el Neuman que se encontraba en el espejo era más viejo, debía tener algo más de treinta años, y más allá del gesto torcido por la ansiedad se vislumbraba un espíritu derrotado, sin fuerza.

Por fin, el ascensor se detuvo y la puerta se abrió, dejando entrar el aire fresco del aparcamiento subterráneo, proporcionando un pequeño alivio a Neuman, que vio como toda la vorágine de acontecimientos se reducía un poco, dándole unos instantes de reposo. Aún vacilante, se acercó a su coche, lo arrancó y se dirigió a su apartamento en el centro de la ciudad.

Mientras conducía, intentando relajarse y buscando recuperar el control sobre sí mismo, Neuman trató de ordenar algo más sus pensamientos. Se dio cuenta de que había sido capaz de distinguir su coche entre los cientos de vehículos que había aparcados sin ninguna sombra de duda, a pesar de que no lo recordaba de ninguna de las maneras. Y aún más, ahora mismo se encontraba conduciendo directamente hacia una casa que acababa de descubrir que tenía para ver a una familia que no conocía. De hecho, ni siquiera era capaz de reconocer la ciudad por la que estaba circulando. Neuman llegó a la conclusión de que, por alguna razón, algunas regiones de su cerebro habían decidido no compartir determinada información con el resto del cuerpo. Cuando Neuman descubrió esto una sonrisa se dibujó en su rostro.

viernes, 12 de junio de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte II)

TEDIO.

Todo comienza en la época en que Neuman estudiaba en la Universidad. La carrera no importa, pero Neuman la odiaba de veras. Sin embargo, la presión insoportable de sus padres para que “estudiara una carrera digna que le garantizara un futuro como Dios manda y déjate de tonterías, que tú no sabes cómo es la vida” acabó por destrozar su ilusión por otros estudios más atrayentes para él.

Neuman era un tipo solitario y taciturno. No tenía amigos, aunque, a pesar suyo, tenía bastantes conocidos entre sus compañeros pues, por alguna extraña y poco definida razón, la gente gustaba de tratar con él, lo encontraban interesante y agradable. Neuman era consciente de esta situación y, a ratos, la encontraba divertida. Pero, en general, el trato con la gente le agotaba tremendamente. No porque despreciara al resto del mundo (si bien es cierto que, en algunas ocasiones, se apoderaban de él contenidos arrebatos de odio hacia todo aquello que le rodeaba), sino porque, más bien, sentía como que todo lo que pasaba a su alrededor ocurría mucho más lejos de donde él se encontraba. Era como si el resto del mundo y él mismo no formaran parte del mismo guión. Tenía la sensación de que algo importante no acababa de encajar en algún lugar.

De todas formas, es cierto que Neuman podía intentar acoplarse al ritmo de la gente que le rodeaba durante cierto tiempo, interactuando con ellos de forma corriente. Siempre que pudiera olvidarse un rato de sí mismo y disimular ese zumbido que siempre le estaba rondando por dentro. Pero esa situación no duraba mucho y siempre acaba por retraerse sobre sí mismo, a veces de forma verdaderamente brusca. Más de una vez abandonó sin dar explicaciones una entretenida reunión en la que había estado disfrutando unos pocos instantes antes para marcharse a caminar solo, con semblante serio y mirando al suelo. Agotado de la interacción con el mundo.

Con las mujeres la situación no era mucho mejor. Y no es que las mujeres le evitaran, de hecho, gracias a ese efecto que tenía sobre la gente, le consideraban un chico atractivo, aunque reservado y poco accesible -detalle este que le hacía aún más interesante a los ojos de las muchachas.

Es cierto que a menudo se sentía realmente atraído por alguna chica en particular, pero esa sensación no solía durar mucho. El interés que percibía solía venir más bien de su propia imaginación, de lo que proyectaba sobre la muchacha y no de lo que ella fuera en realidad. De este modo, nunca podía profundizar demasiado en las relaciones, pues enseguida aparecían las decepciones cuando comparaba la realidad con lo que había imaginado. Y si bien el tira y afloja que supone el proceso de coqueteo y seducción le agradaba como juego, como expedición al exterior de sí mismo, no tardaba mucho en cansarse de él, volviendo a replegarse, huraño, en sus pensamientos.

Una vez intentó, para tratar de encajar su vida con la del resto del mundo, echarse novia. Pero la experiencia no pudo haber sido más penosa. La muchacha, agradable en un principio, se convirtió en una verdadera víbora manipuladora sin ningún tipo de sensibilidad. Lo único que sacó de esta relación Neuman fueron unos cuantos polvos guarros en el asiento de atrás de su coche (el coche de ella, porque Neuman no tenía, y en casa, con sus padres, ni de coña) y muchos malos tragos cuando se obligaba a sí mismo a transigir ante las continuas exigencias de la chica. Neuman luchó por mantener la historia lo más posible, en un esfuerzo desesperado de comportarse normalmente a ojos del mundo. Evidentemente la cosa no duró mucho y un buen día Neuman, educadamente, le comentó a la muchacha lo que pensaba realmente de ella y le aconsejó de forma ingeniosa donde podría meterse el resto de su sucia vida.

Neuman había tratado de hacer de todo con tal de canalizar esa inquietud que notaba en su interior, de apagar el permanente zumbido interno, que le recordaba continuamente que algo no encajaba en alguna parte. Había tratado de hacer música, pero siempre se sintió como un patán cuando lo hacía. Sobre todo intentó escribir, y no lo hacía mal, pero el problema era que, al hacerlo, todo lo que escribía no hacía más que retroalimentar sus propios sentimientos, haciendo que alcanzaran una intensidad insoportable. No podía aguantarlo, era demasiado duro.

Al final, su única afición era dar largos paseos por las noches en las calles desiertas y mudas de la ciudad donde vivía. En esos momentos, sin la presencia de ningún otro ser humano que le recordara que algo no encajaba, podía relajar su diálogo interno, acallar el zumbido y sentir cierto alivio. Sólo en esos momento se sentía de verdad a gusto .

Para completar el panorama, la situación en su casa se volvía más y más insoportable cada día que pasaba, sus ancianos padres le machacaban una y otra vez, recordándole lo desastre que era. Y que ‘qué lástima que no se pareciera en nada a su hermano mayor James, él sí que era una persona de provecho’. (James, el hermano de Neuman, murió años antes de que éste naciera, de una extraña enfermedad que contrajo cuando tenía unos 17 años. Neuman le odiaba profundamente.)

Con esta situación, sintiéndose maltratado por todas partes, sin acabar de encajar en ninguna parte por alguna retorcida razón que le seguía siendo desconocida, Neuman comenzó a beber. Duro, a todas horas y en soledad.

Neuman descubrió que el alcohol le ayudaba a aguantar y le animaba a seguir adelante. Emborracharse no le suponía una evasión, más bien le proporcionaba un cambio de perspectiva a todos los niveles. Su percepción de lo que ocurría en torno suyo cambiaba, todos los hechos que se producían a su alrededor mostraban nuevas y geniales interpretaciones. Pero, lo más importante de todo, al beber duro su diálogo interno se volvía diferente, más brillante e incisivo. Con el alcohol, el zumbido en su interior cambiaba de tonalidad y permitía que sus pensamientos abandonaran el bucle sin fin en el que muchas veces se atoraban, dejándole en un estado de desconcierto. Y esa era una gran sensación. Por primera vez creyó comenzar a vislumbrar las ocultas razones que le hacían sentirse tan desplazado respecto al mundo. Y eso le hacía sentirse vivo. Y poderoso. Con todo, el intento de mantener este lúcido estado de embriaguez se convirtió en un desafío místico para Neuman Sentía que le iba la vida en ello, y estaba decidido a llegar hasta el final.

miércoles, 3 de junio de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte I)

Preámbulo. (No habrá introducción.)

Un poco cansado por la sucesiva irrupción en escena de personalidades entrañables, pero sensibleras (una pizca de sentimiento es aceptable, incluso agradable, pero más allá es, ciertamente, intolerable y soez) Herr Profesor decide tomar el mando y se dispone a narrarnos las peripecias de Neuman, gran escritor y viajero del tiempo futuro.

Sin más preámbulos cedo la palabra y me postro ante Herr Profesor. Muestren respeto ante su persona pero, sobre todo, ante la agudez de su mente. Las ovaciones son opcionales, los actos de humillación ante él, imprescindibles. Guarden un profundo silencio. De lo contrario, serán expulsados. Absoluta, completa e irremediablemente expulsados. De forma definitiva. Saboreen el magnetismo de su actitud y disfruten de sus gestos medidos. Quizá nunca vuelvan a ser testigos de algo así.

No conozco a Neuman. Nunca he tratado con él ni conozco a nadie que lo haya hecho. No he tratado con nadie que conozca nada de su notable obra literaria. Nunca he logrado encontrar ningún libro suyo en una estantería y dudo mucho que nadie lo haya hecho. Nadie me ha sabido hablar de la enorme influencia que tuvo este gran genio entre todos sus contemporáneos, tanto a nivel artístico como a nivel vital. Y, de hecho, no he sido capaz de encontrar a ninguno de esos contemporáneos suyos, que tanto le deben.

Lo que sí conozco es su historia. La historia de Neuman, el veloz viajero del tiempo futuro. Y a partir de este momento, muchos otros la conocerán. De esta forma, tal vez comencemos a descubrir sus libros en las estanterías. Quizá alguno recordará haber leído, cuando era joven, uno de sus famosos relatos y haber sentido como algo se ponía erecto en su interior; por primera vez en su vida. Por fin, un editor recordará súbitamente lo satisfecho que quedó cuando, hace ya mucho, publicó una recopilación de los trabajos de la primera etapa de Neuman, en una magnífica edición que supuso un gran éxito de ventas para su, hasta entonces, modesta editorial. Y, con el tiempo, aparecerán numerosas muchachas que afirmarán orgullosas haber recordado las gloriosas y agotadoras veladas que pasaron con el genial escritor.

Y así, tal vez, Neuman acabe por aparecerse ante nosotros y nos salude de forma efusiva. O quizá nos insulte y nos regale un sonoro corte de mangas o una bonita bajada de pantalones. Haga lo que haga, será bueno. Muy bueno.

Eco del pasado próximo.

En un pasado bastante próximo que, en estos momentos, se percibe como tremendamente remoto y ajeno (curiosidades de la relatividad del tiempo, que indudablemente puede fluir con diferentes velocidades, pero que también puede hacerlo en diferentes sentidos, y no siempre en línea recta), Egg el Mono despertó una calurosa mañana gritando frenéticamente, una y otra vez , las siguientes frases:


Y la joven cerró los ojos, suspiró, y disparó al corazón... Pero hace años que el viejo había aprendido el oscuro engaño de cambiar el corazón de sitio. Ocultándolo, protegiéndolo...


Aunque, cuando por fin se tranquilizó, no pudo recordar por qué había hecho tal cosa.

lunes, 1 de junio de 2009

Más ecos del pasado.

Impulsado por los últimos acontecimientos del pasado más reciente -emotivos, hipnóticos, sensuales, divertidos- El Soñador, personalidad afín a la de Tiznado, aunque bastante más optimista, recordó unas antiguas líneas que conoció en algún lugar y algún momento pero que sería incapaz de situar de forma verosímil.

Eres la princesa de allí afuera, y llegarás a ser la reina de los gatos. Los dioses huirán espantados ante la grandeza de tu actitud. Pero aún eres una niña, una encantadora niña, de ojos dulces y adorables.

Y tu nariz, tu preciosa nariz.

Pero un día descubrirás tu maldad, un día descubrirás tu sexo. Y entonces gobernarás el mundo.

La dama sangrienta con sombra de gato.

Ahora los artistas crean mundos para ti. Los ponen a tus pies. Te ofrecen sus ilusiones para que sean tus sueños. Tú los miras y sonríes. (¡Con los ojos cerrados eres tan bella!)

Mas de pronto, con un simple gesto, uno solo: DESPRECIO.

Sueños aplastados, ilusiones perdidas. Mundos y criaturas preciosas esfumándose de golpe. Entonces tus devotos seguidores se automutilarán para siempre; arrancando sus ojos y tragando sus lágrimas.

Y tu gemirás y serás feliz. Porque este es tu placer, chiquilla.

domingo, 31 de mayo de 2009

Antiguo recuerdo onírico del joven Tiznado

Tiznado es una de las personalidades más antiguas, y a la vez una de las más jóvenes. Un día cantó así:

El barco llega al puerto de cristal
Es un día gris. Y las negras nubes
maldicen el cielo ¿azul?
Pero yo no soy yo, no todavía,
y aún así bajo a tierra firme
dispuesto a conquistar
el nuevo mundo.
Y aquí hablan idiomas desconocidos,
veo hermosas mujeres tras las verjas.
Y me ofrecen los frutos de sus
cuerpos dorados.
Pero aferrado a los hierros
les digo que es imposible.
Lloro y les miento,
y les digo que no les amo.
Entonces subiré de nuevo a
mi barco.
Levaré anclas y navegaré solo.
Hasta el centro del mundo
y allí hundiré mi navío
para acabar con mi vida
y enterrarla bajo las aguas.

viernes, 15 de mayo de 2009

Preliminares antes de la introducción: descubrimiento de un posible Hrön.

Antes de comenzar la epopeya de alzar este engendro -confortable y robusto búnker-, muestro un hallazgo inesperado, mas no por ello menos buscado. Cierta mañana, tomando un café legañoso descubrí, al enfocar convenientemente mis sentidos y mi espíritu -algo inhabitual en mí-, una curiosa referencia a cierto ideó-logo de relumbrón.


Podría decir que estas píldoras de sabiduría nos endulzan la existencia, pero estaría diciendo una soberana gilipollez. Prefiero afirmar, en cambio, que estas pequeñas paridas nos tocan los cojones cariñosamente -los acarician, quizá-, y eso suele ser causa de grato solaz.