viernes, 12 de junio de 2009

ECOS DEL FUTURO: Historia de Neuman (Parte II)

TEDIO.

Todo comienza en la época en que Neuman estudiaba en la Universidad. La carrera no importa, pero Neuman la odiaba de veras. Sin embargo, la presión insoportable de sus padres para que “estudiara una carrera digna que le garantizara un futuro como Dios manda y déjate de tonterías, que tú no sabes cómo es la vida” acabó por destrozar su ilusión por otros estudios más atrayentes para él.

Neuman era un tipo solitario y taciturno. No tenía amigos, aunque, a pesar suyo, tenía bastantes conocidos entre sus compañeros pues, por alguna extraña y poco definida razón, la gente gustaba de tratar con él, lo encontraban interesante y agradable. Neuman era consciente de esta situación y, a ratos, la encontraba divertida. Pero, en general, el trato con la gente le agotaba tremendamente. No porque despreciara al resto del mundo (si bien es cierto que, en algunas ocasiones, se apoderaban de él contenidos arrebatos de odio hacia todo aquello que le rodeaba), sino porque, más bien, sentía como que todo lo que pasaba a su alrededor ocurría mucho más lejos de donde él se encontraba. Era como si el resto del mundo y él mismo no formaran parte del mismo guión. Tenía la sensación de que algo importante no acababa de encajar en algún lugar.

De todas formas, es cierto que Neuman podía intentar acoplarse al ritmo de la gente que le rodeaba durante cierto tiempo, interactuando con ellos de forma corriente. Siempre que pudiera olvidarse un rato de sí mismo y disimular ese zumbido que siempre le estaba rondando por dentro. Pero esa situación no duraba mucho y siempre acaba por retraerse sobre sí mismo, a veces de forma verdaderamente brusca. Más de una vez abandonó sin dar explicaciones una entretenida reunión en la que había estado disfrutando unos pocos instantes antes para marcharse a caminar solo, con semblante serio y mirando al suelo. Agotado de la interacción con el mundo.

Con las mujeres la situación no era mucho mejor. Y no es que las mujeres le evitaran, de hecho, gracias a ese efecto que tenía sobre la gente, le consideraban un chico atractivo, aunque reservado y poco accesible -detalle este que le hacía aún más interesante a los ojos de las muchachas.

Es cierto que a menudo se sentía realmente atraído por alguna chica en particular, pero esa sensación no solía durar mucho. El interés que percibía solía venir más bien de su propia imaginación, de lo que proyectaba sobre la muchacha y no de lo que ella fuera en realidad. De este modo, nunca podía profundizar demasiado en las relaciones, pues enseguida aparecían las decepciones cuando comparaba la realidad con lo que había imaginado. Y si bien el tira y afloja que supone el proceso de coqueteo y seducción le agradaba como juego, como expedición al exterior de sí mismo, no tardaba mucho en cansarse de él, volviendo a replegarse, huraño, en sus pensamientos.

Una vez intentó, para tratar de encajar su vida con la del resto del mundo, echarse novia. Pero la experiencia no pudo haber sido más penosa. La muchacha, agradable en un principio, se convirtió en una verdadera víbora manipuladora sin ningún tipo de sensibilidad. Lo único que sacó de esta relación Neuman fueron unos cuantos polvos guarros en el asiento de atrás de su coche (el coche de ella, porque Neuman no tenía, y en casa, con sus padres, ni de coña) y muchos malos tragos cuando se obligaba a sí mismo a transigir ante las continuas exigencias de la chica. Neuman luchó por mantener la historia lo más posible, en un esfuerzo desesperado de comportarse normalmente a ojos del mundo. Evidentemente la cosa no duró mucho y un buen día Neuman, educadamente, le comentó a la muchacha lo que pensaba realmente de ella y le aconsejó de forma ingeniosa donde podría meterse el resto de su sucia vida.

Neuman había tratado de hacer de todo con tal de canalizar esa inquietud que notaba en su interior, de apagar el permanente zumbido interno, que le recordaba continuamente que algo no encajaba en alguna parte. Había tratado de hacer música, pero siempre se sintió como un patán cuando lo hacía. Sobre todo intentó escribir, y no lo hacía mal, pero el problema era que, al hacerlo, todo lo que escribía no hacía más que retroalimentar sus propios sentimientos, haciendo que alcanzaran una intensidad insoportable. No podía aguantarlo, era demasiado duro.

Al final, su única afición era dar largos paseos por las noches en las calles desiertas y mudas de la ciudad donde vivía. En esos momentos, sin la presencia de ningún otro ser humano que le recordara que algo no encajaba, podía relajar su diálogo interno, acallar el zumbido y sentir cierto alivio. Sólo en esos momento se sentía de verdad a gusto .

Para completar el panorama, la situación en su casa se volvía más y más insoportable cada día que pasaba, sus ancianos padres le machacaban una y otra vez, recordándole lo desastre que era. Y que ‘qué lástima que no se pareciera en nada a su hermano mayor James, él sí que era una persona de provecho’. (James, el hermano de Neuman, murió años antes de que éste naciera, de una extraña enfermedad que contrajo cuando tenía unos 17 años. Neuman le odiaba profundamente.)

Con esta situación, sintiéndose maltratado por todas partes, sin acabar de encajar en ninguna parte por alguna retorcida razón que le seguía siendo desconocida, Neuman comenzó a beber. Duro, a todas horas y en soledad.

Neuman descubrió que el alcohol le ayudaba a aguantar y le animaba a seguir adelante. Emborracharse no le suponía una evasión, más bien le proporcionaba un cambio de perspectiva a todos los niveles. Su percepción de lo que ocurría en torno suyo cambiaba, todos los hechos que se producían a su alrededor mostraban nuevas y geniales interpretaciones. Pero, lo más importante de todo, al beber duro su diálogo interno se volvía diferente, más brillante e incisivo. Con el alcohol, el zumbido en su interior cambiaba de tonalidad y permitía que sus pensamientos abandonaran el bucle sin fin en el que muchas veces se atoraban, dejándole en un estado de desconcierto. Y esa era una gran sensación. Por primera vez creyó comenzar a vislumbrar las ocultas razones que le hacían sentirse tan desplazado respecto al mundo. Y eso le hacía sentirse vivo. Y poderoso. Con todo, el intento de mantener este lúcido estado de embriaguez se convirtió en un desafío místico para Neuman Sentía que le iba la vida en ello, y estaba decidido a llegar hasta el final.

7 comentarios:

  1. Espero impaciente la parte III de NEUMAN... y doy fe que se ha bebido duro... y que será hasta el final... oigo el zumbido y oigo el latido del corazón de Neuman (o es el hígado el que late?)

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  2. a priori esto parece que promete, seguiremos tus evoluciones desde cualquier lado, incluyendo mallorca en este momento. Más tarde nos leeremos esto de que va (ya que no estamos dispuestos a esforzarnos en vacaciones)y comentaremos los aspectos que nos llamen la atención para estar siempre en contacto.
    att:alumnos de 2BAT en Mallorca

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  3. Anónimo número 1.

    Agradezco el sentimiento de impaciencia ante la historia de Neuman, sin embargo ¡cuidado! la dulce impaciencia puede tener un reverso tenebroso y tornarse en insoportable decepción si lo que ansiamos no se acaba de satisfacer. Y no podemos garantizar cuanto tiempo transcurrirá para que la parte III cristalice en la mente de, aquí, su servidor.

    Si escucha el zumbido y oye el latido de Neuman, hágaselo mirar. Tiene Ud serios problemas. Del hígado, mejor no hablamos (ya hablaremos de él en las sucesivas partes de la historia de Neuman)

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  4. Anómimo número 2.

    Percibo cierto problema de múltiple personalidad en su mensaje. Hecho que, desde luego, no me es desconocido y creo conocer, además, la causa de su problemática.

    Un consejo útil. Es precisamente en vacaciones cuando hay que esforzarse más. Lo importante es decidir en qué hay que esforzarse, claro.

    Se agradece tener UN seguidor tan numeroso. Je.

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  5. Neuman, obviamente, no sabía disfrutar de su TEDIO. Aunque Neuman obviamente. Neuman sucintamente. Neuman.

    El conejo que habita en el corazón de toda botella de tequila es en realidad un avestruz singular que declama la Iliada con la boca llena de esperanzas y secantes de LSD. Se llama Lucy, como Lucy Luck (la gitana pistolera de Guallomin) o Lucy Strike (véase "la multinacional del folclore"). Este párrafo es, en todo caso, prescindible.

    Ahora bien, ya sabmeos, después de leer esta segunda parte que "Neuman era un tipo solitario y taciturno". Lo porbablemente ignoramos y por lo tanto no podemos decir es que "Neuman era un tipo sagitario y casi tauro". Desconozco elsignificadodeesto. Casi seguro que lo desconozco, aunque ya empiezo a dudar.

    Tal vez la Parte VII aclare estas y otras inquietudes que consumen mi alma imbécil. Personalmente, creo que la repuesta está en el conejo del tequila-caña, o si no, en un escuerzo.

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  6. Por aquí leyendo...tú sigue, que te sigo...

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  7. -Estimado Pichichi Sembei.

    Discrepo en que Neuman no sabía disfrutar de su tedio. De hecho creo que Neuman se solazaba en su tedio cual gorrino en el barro. Pero de una forma contenida. El zumbido de éste son los gruñidos de aquél.

    Respecto al conejo, al avestruz singular y a su alma imbécil. Lo dicho. Y a partir del tercer tequila-caña, se denomina tequila-ñaka!

    Confío seriamente en que las futuras partes de Neuman no sirvan para aclarar ninguna de sus inquietudes ni la de ningún otro incauto que se pase por acá.

    -Estimado Anónimo número 3.

    Me alegro de su comentario. Aún en su brevedad, es capaz de mostrarme claramente que usted es un verdadero 'seguidor'. (Aunque prefiero pensar que usted es, en realidad, una "seguidora". Las posibilidades serían mucho más gratas en ese caso.)

    Y, por cierto, siga siga. Que yo trataré de seguir siguiendo.

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